RELATOS COTIDIANOS: BENDITOS CELULARES (bajo licencia de Creative Commons)

07 agosto 2008

BENDITOS CELULARES (bajo licencia de Creative Commons)

A lo largo de estos últimos 4 años utilicé buena parte de mi energía en mantener una postura coherente.

Él, desde sus 8 añitos, esporádicamente insistió con el mismo tema tratando de conseguir salirse con la suya ablandando mi corazón. Pero mi respuesta, fue siempre un rotundo NO.

Mi hijito siempre supo bien a quién recurrir en casa. Si bien soy de poner límites, en ocasiones me vuelvo algo permisiva (sobre todo cuando de comprar se trata). En cambio, mi marido parece de la época de las cavernas. Pero en este punto nos pusimos de acuerdo.

El consumo compulsivo de teléfonos celulares es, desde hace mucho tiempo por lo menos preocupante. Por esta razón, consideraba un despropósito que una criatura de 8 años fuera feliz por el sólo hecho de llevar consigo uno de estos aparatitos ya que siempre se movilizaba con el padre o conmigo.

Y aunque me costó creerlo, desde hace 2 años, en el colegio mi hijo era uno de los pocos chicos que se encontraba "incomunicado" por culpa de sus avaros progenitores. Pero honestamente, poco me importó.

Inclusive para conmigo, tuve algunos prejuicios. El día que decidí comprarme un teléfono para mí, sentí que había pasado a formar parte de esa legión de seres humanos idiotizados por el efecto hipnótico que producen estos artefactos modernos.

En la calle, en el colectivo, en el trabajo o la escuela, todos pero todos "jugamos" con él. Y comenzamos a entrar en las estadísticas que indican que solemos mandar estúpidos mensajes de texto, que realizamos llamadas absolutamente innecesarias, y que tenemos una ligera sensación de desencanto cuando nadie nos llama a lo largo del día. Pero peor que eso, cuando lo olvidamos en casa, nos desesperamos como si hubiéramos salido a la calle sin calzones.

El furor de los grandes, se contagió a los chicos. Los celulares funcionan de maravillas, pero es poco frecuente ver en la calle aparatitos de más de un año de uso.

Esa compulsión por renovarlos como si fueran un par de medias, produjo en los niños el horrible sentimiento de hacerles creer a sus pares que si no tienen uno "no existen" porque quedan afuera del círculo vicioso del consumismo. Ellos conocen hasta el último modelo del mercado como si fuera de su propiedad.

Lo difícil, a partir de ese pensamiento nocivo, fue equilibrar los tantos y pelear con mi conciencia.

¿Cómo hacerle entender a un chico que el mundo no empieza ni termina con esa porquería (ni con ninguna otra cosa material), si así ha quedado establecido desde hace mucho tiempo?

¿Cómo mantener una postura firme para con él, mostrándole cuáles son las cosas que no tienen demasiada importancia y a la vez intentando no dejarlo afuera de lo que la sociedad impone?

Difícil tarea nos toca desde nuestro lugar de padres hoy. Y el teléfono es sólo un ejemplo de "necesidades básicas insatisfechas" para los mocosos del siglo XXI. Cualquier chiquitín es capaz de elegir la marca de sus zapatillas, su consola de videojuegos y su PC (más personal que nunca).

Por un momento, me puse a pensar en el "NO" que los padres solemos emitir casi cotidianamente y trato de imaginar cuántas sensaciones diferentes circularán por esas cabecitas cuya única cultura adquirida es "QUIERO ESTO".

Cuánta sensación de fracaso pasará por allí, sin que nosotros siquiera lo notemos.

Lo cierto, es que hace algún tiempo, le propuse a mi hijo, darle un celu que tenía guardado en casa, con poco uso y muy buena señal, si su intención, era tener uno para hablar cuando le diera la gana. ¿Y a qué no saben qué me contestó?

-Yo no quiero uno como el tuyo. Quiero como los que usan en la escuela, con cámara de fotos y mp3.

-Ahá...

Me pregunté entonces cómo explicarle al "enano maldito" que mi Nokia 1100 andaba como los dioses, si lo primero que intentaba mirar en un teléfono, era el precio?

Él, concluyó diciéndome que los chicos lo utilizaban para sacarse fotos y mandarse mensajitos de texto durante los recreos.

¡Tamaña inutilidad, por Dios!

Pasaron un par de años de aquella propuesta mía. Yo sigo con mi Nokia 1100 a cuestas, pero el pequeñín de la familia está empezando a dar sus primeros pasos "solo" por la vida y me aterra desconocer el lugar donde se encuentra. No vive vagando por la calle, pero sale frecuentemente con sus amigos. Va y viene.

No hace falta que les aclare que la Argentina desde hace algunos años, se convirtió en un país un tanto inseguro.

Y aunque no soy adicta a la tecnología, hoy, el teléfono celular se asemeja bastante a un chupete para los adultos a cargo de hijos en edad de salir.

Tranquiliza saber que con una simple tecla, uno puede ubicarlos dondequiera que estén.


Y esta es la razón, por la cual y a pesar de mis reiteradas negativas y de despotricar contra una sociedad enferma por "tener", conjuntamente con mi marido, hemos decidido regalarle a nuestro amado angelito para el Día del Niño, el tan preciado teléfono celular.

Ahora, además de intentar comprender a toda una sociedad estupidizada por competir con el prójimo, estoy a punto de comenzar mi terapia con un reconocido analista. Primero será individual. Luego, familiar.



¡FELIZ DÍA DEL NIÑO!














6 comentarios:

Unknown dijo...

Leía tus lineas y como Padre (y también usuario de Nokia 1100) me sentía totalmente identificado.
Creo que a todos nos pasan los mismos pensamientos por nuestras cabezas y terminamos eligiendo entre los males menores, es decir, darles a nuestros niños un celu(más el respectivo "mantenimiento" mensual) a cambio de estar comunicados en estas épocas tan peligrosas.
Tengo dos hijas asi que en mi caso el problema es doble. Pero bueno, hay que adaptarse y saber sacar lo mejor de cada situación.
Felicitaciones nuevamente por el post.

Fabiana dijo...

Lamentablemente es como vos decís, hay que optar por el menor de los males. Pero lo más grave no es el tema de la inseguridad, sino de la sociedad. A la gente común, nos cuesta estar a tono con la nueva tecnología. Los cambios se dan muy rápido y los presupuestos están muy lejos de la realidad.
Gracias por tu visita.

Siluz dijo...

Debo ser de las pocas personas en Puerto Rico que se resiste a encadenarse a un celular. Y no niego que cuando salgo sola pido a mi hija que me preste el suyo. Entiendo que es la mejor herramienta en caso de emergencia. Por eso nos gusta que nuestros hijos los lleven. Pero no puedo comprender la urgencia de vivir siempre "disponible". No soporto estar comiendo con alguien que está hablando con otra persona, que me acompañe en el auto pero me sienta sola pues él atiende una "llamadita". ¡Érase un hombre a un celular pegado!

Fabiana dijo...

¡Qué razón tenés Siluz! Hay unos cuantos que se sientan a la mesa y dejan el celular bien a la vista. Y se la pasan hablando mientras dura la comida. ¡Qué tristeza!

Anónimo dijo...

Es interesante hacerles entender a los hijos (o al menos intentar), lo bueno que es pertenecer al segmento poblacional que ¡¡no hacen lo que todos hacen!!...

A partir de los 5 años aproximadamente, es muy útil este sistema, pues... ahorra dolores de cabeza y dinero, en cosas que no son necesarias.

El "consumo" nos consumeeee!!!

Saludos!!!

Fabiana dijo...

¿Vos pudiste conseguirlo? por favor dame la receta. Un beso

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