Un tema recurrente entre los blogueros e inclusive en la vida cotidiana es la problemática que se genera a partir de los 40 años en mujeres que no tienen una pareja estable.
No me refiero a su soledad, sino todo lo contrario. Hablo de la estresante rutina que produce la búsqueda indiscriminada de una media naranja que, la mayoría de las veces no llega al cuarto y se parece más a un limón.
No quisiera entrar en detalles porque no es mi intención juzgar a mis pares. Sí, conozco muchísimas mujeres en situación de "merecer" y que andan a la pesca con distintas finalidades.
-Algunas sienten que la vida les debe una oportunidad y enloquecen ante el primer par de pantalones que se les cruza por miedo a quedarse sin nada. El objetivo: cazar al hombre y llevárselo consigo para transformarlo de un día para el otro en "su compañero".
-Otras, en cambio, manejan el sentido común; después de haber fracasado sentimentalmente, la búsqueda se orienta hacia un masculino bien parecido que les demuestre que la libertad de acción que obtuvieron después de un divorcio es precisamente pasarla bien sin ningún tipo de compromisos. El objetivo: desenchufarse del mundo demostrando todo lo que han ganado con tanto feminismo alrededor y si es posible, refregarle al ex una figurita diferente cada tanto.
-Y existe otro grupo de féminas que se sienten cómodas estando solas, pero que, de tanto en tanto están dispuestas a conocer un hombre. En este caso, la finalidad del acercamiento irá modificándose de acuerdo a cómo se presente el varón. El objetivo: Salir con alguien sin volverse locas y tantear con bastante criterio si la salida queda en una simple cena o da para algo más.
Si bien los casos enumerados son bien disímiles, todos tienen un común denominador: la dificultad en la búsqueda. En pleno auge del divorcio en nuestro país (allá por los años 80), la mujer divorciada tenía que cargar con la mochila de los hijos y eso le ha costado más de una vez ser esquivada por los hombres.
A la fecha, los hijos ya no son un problema real para conseguir pareja; supongo que será porque las nuevas relaciones que se entablan hoy día son mucho más liberales que las de aquella época. Pero convengamos que los hombres tienen sus rollos también.
-El que jamás se casó, supone que su media naranja debe ser como su madre.
-El que se divorció en buenos términos, intentará formar una nueva familia porque no le agrada la idea de vivir en soledad.
-Y el que se divorció y hasta el día de hoy sigue soportando los desplantes de la ex, querrá divertirse para olvidar sus penas y vengarse con la nueva de lo que se supone "son todas iguales".
¡Pero ojo hombres! Generalmente las mujeres de más de 40 años, saben muy bien dónde están paradas y salvo alguna descerebrada, la mayoría no está dispuesta a comprar problemas.
Cada hombre trae consigo una historia muchas veces no resuelta y encajársela a la "nueva dama" es una actitud muy desafortunada.
Un consejo: resuelvan primero sus propias vidas y luego del punto final escriban un nuevo párrafo.