Hace algunas semanas, en el
blog "Según pasa la vida", Tía Elsa contaba con mucho énfasis las peripecias que vivió al hacer un reclamo en
Rentas de la Provincia de Buenos Aires por una
moratoria que le había llegado de manera equivocada. En ese
post, ella decía que una vecina suya hablaba de
"gente que nace con estrellas y otros, estrellados", refiriéndose a la
suerte que protege a unos y deja a la buena de Dios, a otros.
Y aunque ese dicho también es muy conocido entre mi gente, generalmente cuando me acontecen varios sucesos problemáticos que me dejan sin respiro y me hacen pensar que hubiera sido mejor no levantarme por la mañana, suelo apodar a ese trágico día como "día de furia" lisa y llanamente.
He tenido unos cuantos y hasta logré relatar uno que me dejó sin aliento mientras buscaba la forma de encontrarle una solución. Si quieren espiar,
aquí les dejo el link.
Pero volviendo a la actualidad y, si tienen buena memoria, recordarán que no hace mucho tiempo nuestra bonita y modesta PC ha sido reparada. Nada del otro mundo: un poco más de memoria, reparar el mother, formatear y estrenar Windows 7, sólo para optimizarla y aprovechar un tiempo más de vida útil hasta que juntemos unos dinerillos para comprar una nueva.
El último miércoles me levanté con la idea de buscarme un tiempito para responder unos cuantos comentarios pendientes en el blog. Pero al llegar al trabajo, no sólo me topé con un montón de papeles sobre mi escritorio y unos cuantos trámites pendientes que me harían caminar toda la mañana, sino que encima descubrí que no teníamos servicio de Internet.
Dejé entonces mi idea para cuando volviera a casa, siempre que me quedara algo de tiempo entre los quehaceres domésticos.
Ya de regreso, al poner el primer pie en mi hogar, me atajaron avisándome que mi amiga virtual estaba "un poco infectada" y que no había manera de eliminar del escritorio de la PC el cartelón rojo que lo advertía. ¡BINGO!
De la bronca, largué todas las porquerías que llevaba encima y me fui a dormir.
Ya el jueves, nuevamente de regreso a casa, pensé cómo haríamos para sacar esa basura virtual sin terminar en un nuevo formateo que siempre me trae dolor de cabeza a la hora de volver a instalar todas las aplicaciones. Sobre todo, después de varios días de "abstinencia informática".
Llamé al técnico que suele curar a nuestra amiga y le expliqué lo que había ocurrido, suponiendo que mi idea de investigar y darme una mano vía telefónica quedaría inmediatamente descartada porque para quienes reparan, eso lleva más tiempo que el mismo formateado.
La llamada en cuestión duró unos 40 minutos vía celular. Me indicó descargar de Internet un programa de asistencia remota para poder analizar el desolador e incierto panorama.
Lo dejamos trabajar con tranquilidad mientras espiábamos todo lo que hacía. Hasta me felicité por haber cambiado hace muy poquito tiempo mi propio servicio de Internet por uno con mayor velocidad porque eso le iba a permitir utilizar mejor todos los recursos posibles. Pero lo que no imaginé, es que justamente mientras este chico metía la mano en mi computadora, nos quedaríamos sin electricidad...
Por suerte, fueron unos pocos minutos. Sí. Aunque después vinieron unos cuantos cortes del cable (que nos provee TV y banda ancha). ¡El colmo de los colmos! No solemos tener cortes de luz con frecuencia y desde que contratamos el nuevo servicio dúo funcionaba todo al pelo...
¡Cómo no tener un día de furia! Más bien diría que fue una semana de furia porque todo estaba saliendo como el culo, salvo la infinita paciencia de este chico al que llegué a decirle por teléfono:
-¡Si llegás a repararla sin necesidad de llevártela, te adorooooo!
Al día siguiente y con los servicios funcionando normalmente, volví a comunicarme con él para decirle que dejaba mi PC a su disposición porque yo me iba a trabajar. Es más, le pedí que cualquier novedad que hubiera, me la confirmara por mail. Ilusa...
-No te preocupes. Te dejo un bloc de notas en tu escritorio con lo que vaya surgiendo.
-¡Ahá, claro! No se cómo no se me ocurrió. Después te transfiero el dinero a tu cuenta y te mando saludos por la cámara web...
No hay caso. No estoy acostumbrada a tanta tecnología. Todavía habrá que ajustar algunas pequeñeces, pero en general, podría decir que mi compañera salió de terapia intensiva.
Seguramente, será el lugar que ocupe yo cuando mi amado técnico me informe cuánto le debo por los servicios prestados. Y si a su cuenta, le sumo la del celular después de haberlo usado durante varias horas cada vez que necesité ubicarlo, seguramente tendré un nuevo día de furia...
Pero antes de que eso pase, quiero que sepan que hoy mi marido y yo, cumplimos 18 años de casados. Parece poco, pero es tooooda una vida cuando se la comparte con la misma persona.
No siempre transitamos por senderos de paz y no se si nos queremos como el primer día. Seguramente el amor ha ido transformándose en otros sentimientos no menos importantes, pero todos ellos son los que nos han permitido llegar juntos hasta aquí. Ustedes saben que yo hablo muy poco de él, pues lo hago precisamente para no involucrarlo demasiado en mis historias incisivas aunque de vez en cuando largue una
carcajada al leerlas.
En fin. Más allá de los vaivenes de la convivencia, hemos formado una familia y con mucho esfuerzo pudimos construir nuestro "hogar" (que no es lo mismo que una casa).
El premio mayor, sin dudas, es nuestro hijo. Nada volvió a ser igual después de su nacimiento. Por eso digo que los sentimientos se transforman y las prioridades van cambiando. Y está bien que así sea, porque eso significa madurar y crecer; es asumir mayores responsabilidades porque sabemos que son compartidas y entonces resultan más llevaderas. Y es también tener la seguridad de poder apoyarnos mutuamente cuando las cosas no salen del todo bien.
Quería compartir todo esto con Ustedes
que me siguen desde hace tanto tiempo y merecían que alguna vez me decidiera a hablar en serio.