
30 marzo 2009
¡GRACIAS CECY!

27 marzo 2009
EL HUMOR DE EINSTEIN
Un periodista le preguntó a Einstein:
-¿Me puede UD. explicar la Ley de la Relatividad?
Y Einstein le contestó:
-¿Me puede UD. explicar cómo se fríe un huevo?
El periodista lo miró extrañado y le contestó:
-Pues sí, sí que puedo.
A lo cual Einstein replicó:
-¿Por qué cien? Si estuviese errado haría falta sólo uno.
A lo que Einstein respondió:
23 marzo 2009
ANÉCDOTAS INFANTILES DE MI HIJO-PRIMERA PARTE (bajo licencia de Creative Commons)
Durante nuestras vacaciones en San Bernardo, mami y papi intentaron sacarme los pañales durante el día. Yo me las arreglaba bastante bien. Pero una mañana salimos a pasear y entramos en un locutorio. Y mientras mi mamá hablaba desde una cabina telefónica, yo hacía pis en la cabina de al lado…
(3 años)
Eran vísperas de Reyes y fue la primera vez que mi papá me trajo pasto para prepararles a los camellos a cambio del regalo que me dejarían. Yo, muy entusiasmado, preparaba en una compotera el agua que iban a necesitar.
Cuando estuvo todo listo, mami dijo:
-Bueno, ahora vamos a dejar todo en un solo lugar al lado de las zapatillas para cuando pasen los Reyes Magos.
Con mucha alegría, abrí la puerta de casa para bajar a la calle, pero mami me frenó rápidamente diciendo que dejaríamos todo en un costado del lavadero. Entonces, muy desorientado, pregunté:
-¿Pero, cómo van a hacer los camellos para subir al piso 3?
(3 años)
Era un viaje en colectivo con mami. Estábamos sentados al lado de la puerta por donde descienden los pasajeros. De pronto, una señora algo redondeada y con busto prominente se preparaba para bajar.
Mi diálogo con mami fue:
-¡Qué gorda es esa señora! ¿No, má?
-Mmmsí, mirá qué lindo auto, ése…
(3 años)
-¡Papito! Mirá qué ricas cerezas. ¿Querés probar?
-No mami. No me gustan las teresas.
(4 años)
Mamá había llamado al técnico del lavarropas. Cuando sonó el portero eléctrico me dijo:
-Acompañame a abrir la puerta porque vienen a arreglar el lavarropas. Yo le contesté que no quería bajar. Pero ella insistió:
-Dale, que el tipo está esperando, vamos.
Cuando subieron, fueron al lavadero y mientras mami le mostraba el lavarropas al señor, yo me asomé y pregunté inocentemente:
-Má, ¿Éste es el «tipo» que viene a arreglar el lavarropas?
(4 años)
Todo el país estuvo pendiente de la toma de rehenes que se produjo en Paternal en el año 2000. Nosotros seguimos paso a paso lo que ocurría por televisión. Como a la una de la madrugada, papi apagó la tele para irnos a dormir, cuando yo atiné a decir:
-Prendé pá, que esa película está buenísima...
(4 años)
En la compu, tengo un juego de carreras de autos. Según dice mi papá, es exactamente igual a las carreras de verdad.
El otro día, le hice a mami el siguiente comentario:
-¿Sabés que estaba jugando a la compu y no me dejaron entrar a boxeos?
(4 años)
Al poco tiempo de la muerte del cantante Rodrigo, yo vivía obsesionado con el accidente, la camioneta y la autopista. Pero nunca me quedaba claro si realmente Rodrigo había muerto o no. Cada tanto volvía a preguntar sobre el tema a tal punto que ya en casa cambiaban de canal ante cualquier imagen de él. Un día, mostraron un recital y yo absorto frente a la pantalla del televisor dije:
-¡Viste, má, que Rodrigo está vivo!
(5 años)
La vez pasada, como de costumbre, terminé de almorzar dejando mi plato lleno de comida. Y como de costumbre también, mami intentó comerse todo lo que sobró. Antes de llevarse algo a la boca preguntó:
-¿Nada de lo que hay acá se te cayó al piso?
-No, mami, nada.
Pero mi mamá empezó a comer cuando de repente me acordé de decirle:
-Solamente escupí lo que no quería...
(5 años)
Intentando conseguir que mi dicción fuera impecable, me volvieron completamente loco. Me hacían practicar con una lista de palabras que colgaba de la heladera y me perseguían todo el día diciéndome:
-A ver, decí Adriana; ahora decí cuadrado.
La verdad es que ya me tenían bastante podrido. Y como se habían dado cuenta, quisieron disimular tratando de lograr que dijera «ladra». Entonces me preguntaron:
-A ver, ¿Qué hace el perro en lugar de hablar?
Y yo, cansado les contesté:
-Guau, guau.
(5 años)
Anoche, cuando me estaba lavando los dientes, mami me gritaba que todos los días hago lo mismo, que no puede ser que siempre de tantas vueltas antes de irme a dormir, etc., etc. Entonces, yo, enojadísimo, le respondí:
-¡No me grites más! Porque si me seguís gritando ¿Sabés lo que voy a hacer? ¿Eh? ¿Sabés? Te voy a querer igual un montonazo...
(5 años)
Hace un tiempo me preguntaron qué quería ser cuando sea grande...
Ahora quiero ser policía; antes quería ser computadora y la primera vez que lo pensé, dije:
-«Quiero ser autista de carrera».
(5 años)
El otro día mi abuelo me consultó:
-¿Te gustan las películas de terror?
-Me encantan (respondí).
-Pero... ¿No te dan miedo? (quedó dudando él).
-No. Te cagás un poquito nada más...
(5 años)
Al mes de haber comenzado primer grado, volví a casa muy triste y conté:
-Hoy la Seño me puso una mala nota. Mientras ella estaba dando clases, yo me tiré al piso y me hice el muerto. Cuando me levanté, me llamó y me pidió el cuaderno de comunicaciones. (Mientras iba relatando, los ojos se me fueron llenando de lágrimas hasta que no aguanté más y me puse a llorar como un loco).
-Bueno, (dijeron mami y papi), ya pasó, seguramente no lo vas a volver a hacer. ¿Pero, qué fue lo que escribió la Seño en el cuaderno?
-¡No sé, yo no entiendo esa letra, pero era muy larga la nota, escribió muchos renglones!
Ellos trataron de consolarme, aunque se veían realmente enojados. Al final, leyeron la nota de la maestra. Textualmente decía: «Papás, hoy «M» no se portó bien».
(5 años)
También en primer grado, mi abuelo me volvía loco preguntándome todo sobre la escuela. Después de un largo interrogatorio, se acordó de lo que más me gusta: «el recreo».
-Y, decime, cuando suena el timbre y la maestra está explicando algo, me imagino que ustedes esperan que ella les de permiso para salir. ¿No?
-No. Cuando suena el timbre, nos levantamos, salimos corriendo y la dejamos a la señorita hablando sola porque si no se nos termina el recreo...
(5 años)
El otro día, entró mami a mi dormitorio para despertarme. Una vez despabilado, me acerqué a ella, la abracé y le di un beso en la boca muy pero muy fuerte.
Ella se sorprendió tanto que me preguntó de dónde había sacado esa forma de dar besos.
-¡De los casados! (Fue mi ingenua respuesta).
(5 años)
Cuando tuve escarlatina, mi mamá me avisó:
-Voy hasta el club a explicarle al profesor de fútbol que por esta semana no vas a poder ir. Si lo veo a tu amigo Franco, ¿querés que le diga algo?
-¡Sí! Preguntale qué me va a regalar para mi cumpleaños...
(5 años)
-¿Mami, qué comen las palomitas de maíz?
(6 años)
En el noticiero, contaban que un tren había quedado varado durante 18 horas en San Martín. Las imágenes, por supuesto: el tren y la gente protestando. De pronto, entré a la cocina, miré la pantalla del televisor y pregunté:
-¿Por qué el tren está parado ahí?
Mi abuela me explicó entonces que se había descompuesto.
Y yo, como un chorlito deduje:
-Que... ¿Vomitó?
Cuando terminaba nuestra clase de Plástica, la profesora nos indicó que nos ubicáramos de menor a mayor.
Lógicamente, por ser bajito, me correspondía el primer lugar, pero un compañero se puso delante de mí y comenzó a empujarme. Empujón va, empujón viene, escupida vino y escupida fue.
Inmediatamente, la profesora nos pidió a los dos, los cuadernos de comunicaciones. Cuando lo entregué, pregunté:
-Seño, ¿No me la podés perdonar?
-¡No! (Respondió enojadísima).
-Bueno, entonces poneme una nota así chiquitita, porque si no, no me van a dejar ir a fútbol...
(6 años)
En la escuela, tenía que redactar una oración con la palabra «rabanito». Entonces yo escribí:
«El rabanito salió de un coete y lo detenieron».
(6 años)
-Má, ¿Por qué hay gente gorda?
-Porque hay personas que comen mucho y mal. Pero además la gordura es una enfermedad...
-¡Ah! Y, ¿Qué les puede pasar a los gordos?
-Se pueden enfermar de otras cosas, pero también les cuesta caminar y correr porque pesan mucho. Aparte, la gente los carga y se sienten mal.
Por ejemplo, cuando tienen que viajar en avión, deben comprar dos pasajes porque no entran en un solo asiento.
-Pero, má... ¿Ocupan dos asientos de la misma fila...?
(6 años)
-Má... ¿Qué era una nécdota?
(6 años)
Eran las 22.30 de una noche de verano. Íbamos a tomar un helado después de la cena. Antes de llegar, me detuve frente a la vidriera de una casa de deportes.
Helado me quedé viendo todos los botines de fútbol, pero mami y papi me explicaron que eran muy caros y que íbamos a ver más adelante cuál de todos me comprarían. Seguimos caminando y llegamos a la heladería. Nos quedamos un rato allí, y cuando volvíamos, me paré nuevamente frente a la misma vidriera, volví a mirar los mismos botines y exclamé:
-¡A ver si les bajaron los precios...!
(6 años)
El otro día, le pregunté a mi abuela cuántos años tenía. Y me respondió:
-¡Huy, tengo tantos que ya ni me acuerdo! Tanto me llamó la atención su respuesta que comenté:
-¡Qué frágil es tu memoria!
(6 años)
En la prueba de Lengua de fin de año (en primer grado), tuvimos que redactar unas oraciones. Entre ellas, yo escribí:
-«La tortuga Manuelita fue al chopin y se compró una camisa.»
(6 años)
Para conmemorar un nuevo aniversario de la Guerra de Malvinas, trabajamos sobre los animales que habitan las Islas. Nosotros, tuvimos que redactar oraciones con cada uno de ellos y luego dibujar, haciendo referencia a una de esas oraciones.
Lo mío fue así:
«La foca está en la nube».
A la oración, le siguió un pequeño esquema de rayas que según mi papá «era la cola de una ballena»; según mi mamá era «un no sé qué» y según la Seño «un no sé dónde», puesto que al corregir mi trabajito, textualmente escribió:
-¿Y la foca se escondió?
Cuando vi la corrección, tomé un lápiz e inocentemente respondí bajo la nota de la maestra:
-Sí.
(6 años)
Mamá y Papá, estaban ultimando los detalles de mi fiesta de cumpleaños en el pelotero que reservaron. Con la lista de amigos en la mano, fui eligiendo a quiénes invitaría. Cuando llegó el momento de elegir a mis compañeros de fútbol, mami me aclaró:
-Ojo, no te olvides que tu cumple cae un martes y en el horario de entrenamiento. Calculá que algunos de ellos, quizás quieran ir a entrenar a las seis de la tarde. Así que invitá más chicos del cole para que en ese horario no se vaya la mitad de los nenes...
Yo no pude con mi entusiasmo y reconozco que el fútbol es más fuerte que otra cosa, porque respondí muy suelto:
-Y, ¿Qué tiene? Me voy con ellos a entrenar y después vuelvo...
BUENOS AIRES - ARGENTINA
EXPEDIENTE Nº: 618741
FORMULARIO Nº: 145024
19 marzo 2009
TAREA PARA EL HOGAR
15 marzo 2009
EPÍLOGO (bajo licencia de Creative Commons)

soy mamá de un hijo único hijos familia relatos educación
12 marzo 2009
HOMENAJE A JORGE GUINZBURG

¡CÓMO NOS ENGAÑARON!
Entré al consultorio, me quité el abrigo y avancé hasta el diván. Me senté. No estaba en condiciones de acostarme.
Si en esa sesión, no miraba a la cara a mi analista, no hubiera sido capaz de emitir una palabra.
11 marzo 2009
MÁS PREMIOS PARA MÍ

Este premio dedicado a las mujeres comprometidas con la educación, lo acabo de recibir de la mano de Ivana Carina.
¡GRACIAS IVANA!

Y por último, este premio lo recibí de la mano de Nataly. Una de las blogueras con el corazón más bello que he visto en mi vida.
¡GRACIAS NATALY!
A las tres, gracias, gracias y gracias. Son mujeres especiales, bien distintas pero sobre todo BIEN MUJERES.
08 marzo 2009
DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER
Decía que un minón tiene que ser una rubia de 1,80 m, siliconada y con sonrisa Colgate.
Minones, dentro de ese concepto, no existen muchas: Dolores Barreiro, Nicole Newman, Araceli Gonzalez, Valeria Mazza, Pampita Ardohain e Ingrid Grudke.
¿CÓMO DEBERÍA SER UN MINÓN?,
INTERROGA A SU AMIGO
Y ÉSTE,
MEDITANDO UN RATO, EMPIEZA A DESCRIBIRLA:
Un “minón” es aquella que toma dos colectivos para ir a su trabajo y dos más para regresar. Que cuando llega a su casa, encuentra un cesto de ropa para lavar, los deberes de los niños para revisar y una familia hambrienta para alimentar.
Un “minón” es aquella que va de madrugada a hacer cola para garantizar la inscripción de sus hijos en el mejor colegio y aquella jubilada que pasa horas parada haciendo cola en un banco para cobrar una pensión insultante.
Un “minón” es la empresaria que administra decenas de funcionarios de lunes a viernes y una familia todos los días de la semana.
Un “minón” es aquella que regresa del supermercado con varias bolsas después de haber comparado precios y hacer malabarismos con el presupuesto.
Un “minón” es aquella que se depila, se pone cremas, se maquilla, hace dieta, ejercicio, usa tacones y lencería, se arregla el pelo y se perfuma, sin tener ninguna invitación para ser portada de revista.
Un “minón” es aquella que lleva los hijos al colegio y los va a buscar, los lleva a las clases de natación y los va a buscar, los lleva a la cama, les cuenta historias, reza con ellos, les da un beso y apaga la luz.
Un “minón” es aquella madre del adolescente que no duerme mientras éste no llega sano y salvo a casa y que bien temprano por la mañana ya está levantada, calentando la leche y haciendo el café.
Un “minón” es aquella que sabe dónde está cada cosa, lo que cada hijo siente y cuál es el mejor remedio para la acidez, para los deditos magullados y para las pesadillas.
¡FELIZ DÍA DE LA MUJER!
03 marzo 2009
CAPÍTULO 8 ESTE ES MI HIJO (bajo licencia de Creative Commons)
No se hagan demasiadas ilusiones. No voy a presentarles a «M». Sólo permitiré que lo conozcan a través de algunas características de su personalidad.
Hasta ese momento, yo no conocía el signo ni sus particularidades. Sólo quise interiorizarme acerca de él, para descubrir si realmente existían coincidencias respecto de sus cualidades. Y para serles franca, las hay y muchas.
Para «M», la familia, es su espacio más sagrado. Al ser pocos los integrantes que la componemos, mi marido y yo somos sus referentes más directos y en quienes se apoya permanentemente.
Para con su grupo íntimo, es generoso, contenedor y muy afectuoso, pero le gusta tomar la sartén por el mango.
Para con los de afuera, es muy celoso. Le cuesta abrir las puertas de su mundo.
Posee un temperamento muy conservador. Acepta mandatos con mucha sumisión porque sabe cómo se debe obrar ante los demás.
Por esta razón, es que suele chocar con quienes no respetan normas preestablecidas.
Pero una vez que lo consigue es fiel a sus sentimientos.
Suele ser muy recto, pues no le agrada que le jueguen malas pasadas. Es capaz de brindarse por entero y siempre está dispuesto a ayudar.
No le atraen las tareas manuales ni las salidas campestres. Él, se encuentra más cómodo en su casa y con la tecnología a su alcance.
Delgado y de baja estatura, sus ojos claros y tiernos me permiten entrever su sensibilidad.
El mismo que hace unos días y después de un reto por haber hecho algo indebido, le dio un portazo al escritorio (donde yo me encontraba) en señal de protesta. Y con la misma rapidez intentó sacarme de mi encierro, en medio de una carcajada que le hizo olvidar su enojo, porque en plena acción, los cordones de sus zapatillas quedaron enganchados debajo de la puerta, impidiéndole moverse de allí.
Ante esa situación, consiguió hacerme reír a mí también, pues recordé la época en que trataba de aprender a atarse los mismos cordones y se enredaba las manos, mandando al diablo su intento.
Esta es su esencia. Y la disfruto.
Cuando era pequeño y yo tenía que salir, no me quedaba otra opción que hacerlo con él. Esas salidas, se volvían interminables por su andar lento y su rápido cansancio.
Pasó el tiempo y me acostumbré a cargar con un apéndice. A todas partes, él iba conmigo. No podía escaparme sin que se diera cuenta.
Cuando creció un poco, me complicó aún más. Le avisaba que debía acompañarme, pero él se negaba. Prefería quedarse en casa. Entonces me obligaba a esperar que milagrosamente, alguien se hiciera presente para quedarse con él.
Ahora, está en condiciones de moverse solito, siempre alrededor de nuestra casa. Tiene sus propias llaves y las muestra con orgullo.
Pero cuando preciso un favor que lo aleje por unos instantes de nuestro querido hogar, vuelve a negarse, encontrando siempre alguna tarea más productiva que la que yo le pido. Así es él.
Suele sostener una taza de café con leche como el más experto y haciendo monigotadas, me indica que uno de sus dedos quedó atascado en el asa.
Se pone a bailar delante de mí con la misma gracia con que lo haría un lobo marino o tímidamente se asoma mostrando su esbeltez con dos pelotas de tenis perfectamente acomodadas a la altura de sus tetillas.
Serio y payaso a la vez, de a poco, está ingresando en lo que familiarmente denominamos la edad del pavo.
Yo tengo la espantosa costumbre de dejar perfectamente ordenadas mis pertenencias, pero también las de los demás.
Con cada final de un ciclo lectivo, la mochila de la escuela queda lista para el primer día de clases del año siguiente, evitándome luego, la incomodidad de correr alocadamente para conseguir todos los útiles que solicitan los maestros.
Y hace unos años, con el bolso de natación, tomé la misma actitud, acomodando en su interior los efectos personales que «M» usaba para sus clases.
Pero el primer día, cuando mi chiquitín salió del vestuario listo para entrar en la pileta, notó que había algo que no estaba del todo bien.
Se acercó a mí, y se miró los pies dos números más grandes que las ojotas que habían quedado del año anterior, mientras me preguntaba:
-¿No te parece que me quedan un poco chiquitas?
Esa soy yo.
Este año, yo misma me tomé el trabajo de realizarle un test de orientación vocacional, que una mamá amiga me ha facilitado.
A mí también me agrada tener la sartén por el mango. Y no les voy a decir que mi hijo va a ser el mejor médico, porque ustedes ya saben de sus inclinaciones deportivas. Pero créanme, que cada día me esfuerzo por conseguir que sea mejor persona.
Hoy, estoy dispuesta a cocinarle un delicioso churrasco (manjar que me reclama cada tanto), aún sabiendo que mi bonita cocina quedará a la miseria.
Pero «M», bien lo vale.
ESTA OBRA QUEDÓ REGISTRADA EN LA
BUENOS AIRES - ARGENTINA
EXPEDIENTE Nº: 618741
FORMULARIO Nº: 145024
01 marzo 2009
TENGO PREMIOOOO...
Pero al recibirlo me sentí doblemente halagada, ya que Gamar tuvo la gentileza de otorgármelo como reconocimiento por el esfuerzo de plasmar la crianza de mi hijo en un libro.