Nací allá por el final de los años ´60, cuando aún no había problemas con la capa de ozono y nadie utilizaba protectores solares. Con menos de dos años de vida, me enchufaron una nueva moneda: el Peso Ley 18.188. La escuela pública era un orgullo y las universidades funcionaban a la perfección.
En la década de los ´70, se puso de moda "Música en Libertad" y aunque yo era muy chica todavía, crecí con todos sus discos de vinilo taladrándome la cabeza porque para ese entonces, mi hermana era ya una adolescente.
Pasé mi escolaridad en un colegio de barrio; crecí jugando en la vereda sin que nadie temiera por mi integridad física; sufrí la dictadura y tuve el privilegio de disfrutar del Mundial ´78 en vivo y en directo.
Por los ´80 ingresé a la escuela secundaria, siempre estatal y de señoritas. En esa época, quienes estudiaban durante el año, tenían vacaciones de verano, y los que no, se llevaban las materias. El trato con los profesores era de usted y el guardapolvo blanco terminaba por debajo de las rodillas sin que se viera la pollera. Las medias azules (que también llegaban hasta las rodillas) completaban el vestuario, junto con los zapatos negros y perfectamente lustrados. Usaba el pelo recogido, las uñas cortas y la cara lavada.
Padecí la Guerra de Malvinas, entró en vigencia el Peso Argentino y volví a la tan amada Democracia.
En mi adolescencia no existían las "discos". Los entonces boliches bailables eran para grandes y los chicos nos divertíamos haciendo asaltos en las casas, generalmente, con los papás en el medio del líving. Nos organizábamos llevando gaseosas y papas fritas y así nos pasábamos los sábados escuchando a Serú Girán.
Finalmente algún padre de guardia nos iba a buscar a la 1 de la madrugada, y comenzaba el regreso, dejando a cada uno en su casa, sano y salvo.
Ya en el ´85 consiguieron marearme con la incorporación del Austral a mis bolsillos.
Tiempo después, se sancionó la Ley de Divorcio , que permitió a tantos argentinos sacarse el estigma de vivir en concubinato.
Terminé la secundaria y me puse de novia. Nunca me fui de vacaciones sin mis viejos , ni se me hubiera ocurrido susurrar la posibilidad de irme a vivir con mi novio. Tampoco experimenté qué se siente al estar a las 10 de la mañana o a las 10 de la noche, sentada en la vereda con una botella de cerveza en la mano y prácticamente soy abstemia porque el alcohol me produce sueño y ganas de hacer pis.
Resistí a la "hiperinflación" haciendo malabarismos y entendí que había que aprender a convivir con una nueva enfermedad: el SIDA.
Ya en la década del ´90, los australes se volvieron inservibles y aparecieron los Pesos, a secas.
Me casé, nació mi hijo, llegué a los 30 y fui testigo de un nuevo milenio.
Ahora, en plena era del 2000, estoy ¿festejando? mis 40, me están asomando algunas canas, me estoy preparando para una futura menopausia y sigo casada con mi único marido (gracias a Dios).
Mi hijo está ingresando en la adolescencia, y por primera vez desde que nací, no me cambiaron la moneda en más de úna década. Aunque recién nacido, el siglo XXI, me proporcionó una alta dosis de inestabilidad política, social y también económica.
Pero lo mejor de todo, es que con tantas cosas que me pasaron y tantas otras que no me animé a hacer, ¡PUDE SOBREVIVIR! y AQUÍ ESTOY...
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