Esta carta, fue escrita en Agosto de 2001, cuando mi hijo tenía 5 años y estaba a punto de terminar preescolar. Sin dudas, fue el mejor regalo que pude hacerle. Hoy, casi 7 años después (y a un paso de entrar en la escuela secundaria), sigue conservando su esencia, y estoy orgullosa de él. Y aunque les parezca mentira, después de tanto tiempo, volvería a escribir exactamente las mismas palabras.
Querido Hijo:
Te veo tan chiquito, tan inocente, tan indefenso, que quisiera detener el tiempo para que puedas disfrutar de esta niñez tan hermosa que estás construyendo. Pero al mismo tiempo, trato de imaginarme cómo serás dentro de quince o veinte años.
Me pregunto qué cosas te habré enseñado mal o cuáles habré ignorado explicarte.
Desde siempre, los padres queremos que nuestros hijos sean perfectos, que no cometan nuestros errores y que sean felices. Y creo que es la utopía más grande que puede existir. Porque a medida que los hijos crecen, dejan de ser “hijos” para convertirse nada más que en personas. Seres humanos con sus virtudes y defectos. Seres independientes que, generalmente están muy lejos de ser lo que imaginamos y deseamos cuando son pequeños.
Desde siempre, los padres queremos que nuestros hijos sean perfectos, que no cometan nuestros errores y que sean felices. Y creo que es la utopía más grande que puede existir. Porque a medida que los hijos crecen, dejan de ser “hijos” para convertirse nada más que en personas. Seres humanos con sus virtudes y defectos. Seres independientes que, generalmente están muy lejos de ser lo que imaginamos y deseamos cuando son pequeños.
Me pregunto qué mundo te dejaremos para que seas un adulto feliz.
A medida que vas creciendo, me aparecen más dudas y más temores. Sé que me equivoco permanentemente; sé que te doy dobles mensajes, y sé también que todos mis errores van a tener un precio.
Con el tiempo, voy a darme cuenta si estoy haciendo bien mi trabajo. Si es así, serás buena gente, si no lo es, habré fracasado en esta tarea.
A medida que vas creciendo, me aparecen más dudas y más temores. Sé que me equivoco permanentemente; sé que te doy dobles mensajes, y sé también que todos mis errores van a tener un precio.
Con el tiempo, voy a darme cuenta si estoy haciendo bien mi trabajo. Si es así, serás buena gente, si no lo es, habré fracasado en esta tarea.
¿Sabés? No existe ninguna escuela donde puedan enseñarme a ser “mamá”. Por eso, en este camino vamos a ir creciendo juntos.
Una vez me dijeron que a los hijos hay que llevarlos siempre de la mano. No soltarlos antes de tiempo para que no caminen solos, y no hacerlo demasiado tarde, para dejarlos crecer.
Pero aún, no sé de qué manera lograrlo. Quiero que te sientas contenido pero no consentido. Quiero que crezcas con libertad, aunque al mismo tiempo desconozco cuál será el momento para soltar tu mano y dejarte andar.
Una vez me dijeron que a los hijos hay que llevarlos siempre de la mano. No soltarlos antes de tiempo para que no caminen solos, y no hacerlo demasiado tarde, para dejarlos crecer.
Pero aún, no sé de qué manera lograrlo. Quiero que te sientas contenido pero no consentido. Quiero que crezcas con libertad, aunque al mismo tiempo desconozco cuál será el momento para soltar tu mano y dejarte andar.
No quiero sobreprotegerte ni ahogarte, pero sé que inconscientemente lo hago. Con el afán de cuidar de mi “chiquito”, muchas veces tomo el camino equivocado.
Quizás hoy no entiendas estas palabras; quizás cuando seas adolescente, sí las entiendas pero no les des importancia. Sólo cuando seas grande, podrás comprender por qué los papás nos preocupamos tanto por nuestros hijos.
No intentes conseguir todas las respuestas a tus preguntas. La mayoría de las veces, no vas a hallar una lógica entre “lo que debe ser” y “lo que es”.
Cuando crezcas, te vas a encontrar con un mundo muy distinto del que soñaste. Para no decepcionarte, tendrás que estar preparado y esa es mi misión.
Yo voy a darte todas las herramientas necesarias para que puedas construir “tu mundo”, pero vos tendrás que poner toda tu inteligencia para saber cómo lograrlo.
Cuando crezcas, te vas a encontrar con un mundo muy distinto del que soñaste. Para no decepcionarte, tendrás que estar preparado y esa es mi misión.
Yo voy a darte todas las herramientas necesarias para que puedas construir “tu mundo”, pero vos tendrás que poner toda tu inteligencia para saber cómo lograrlo.
No sufras por no tener lo que no necesitás, pero esforzate por hacer realidad tus proyectos.
Tratá de emprender tu vida con dignidad y que todo lo que intentes sea digno. Habrá muchas cosas que nunca podrás concretar, pero si estás convencido, luchá por conseguirlas. Siempre es mejor intentarlo que quedarse de brazos cruzados.
No trates de andar por el camino más fácil; generalmente no da buenos resultados. “La vida” es un camino en sí mismo y hay que transitarlo despacio y con cuidado.
No vivas pensando en tus “ideales”. Los ideales no existen. Cuando puedas bajar a la tierra, pensá por un momento en tus ganas de hacer cosas, pero cosas que se puedan hacer realidad.
Sé buena persona. Aunque la idea es muy amplia, no es tan difícil como parece. El mundo está lleno de maldad, y más de una vez querrás tirar por la borda todas tus buenas intenciones. Pero por suerte, quienes tenemos incorporados los valores a nuestra vida, rara vez los abandonemos. Los valores “son” parte de nuestra vida y nos permiten mirar a los demás a los ojos y dormir con la conciencia tranquila.
No discrimines. Quienes discriminan, son sólo ignorantes y finalmente terminan siendo discriminados. No te burles del diferente. Seguramente, encontrarás en él virtudes y aptitudes que vos no tengas. No haga a los demás, aquellas cosas que no te gustaría que te hicieran.
No seas necio. Cuando reclames por tus derechos, cerciorate siempre primero de tener la razón en lo que vas a reclamar. Si es así, no te sientas vencido y luchá hasta las últimas consecuencias.
Sé tolerante. Cuando no coincidas con la opinión de los otros, no veas en el prójimo a un enemigo. Aceptá oír todas las propuestas; pues lo importante no es que todos piensen igual que vos, sino que cada uno tenga libertad para expresar lo que piensa. Al fin y al cabo, somos individuos únicos y eso nos enriquece.
Estudiá, más allá de pensar en tu futuro. Nunca dejes de hacerlo. Estudiar también enriquece y te permitirá abrir tu mente para ver las cosas con otro criterio.
Aprendé a exteriorizar todo lo que te ocurra. Es una de las mejores recetas para ser feliz. No sólo es importante sentir, también lo es demostrar.
No seas egoísta. Aprendé a compartir. Pero antes de hacerlo, poné a prueba tu inteligencia y mirá bien quiénes te rodean.
Sé siempre optimista. Aunque las cosas se te compliquen, tratá de pensar que mañana saldrá todo mejor. El pesimista nunca encuentra la forma de salir de un problema, mientras que los optimistas casi siempre consiguen abrir las puertas que se les cierran.
Recordá siempre, que uno empieza a envejecer cuando deja de tener proyectos. El paso del tiempo no se puede frenar, pero envejecerás más rápido sin el estímulo de saber que siempre hay algo nuevo para resolver. Despertarse por la mañana, no siempre significa “vivir”, puede también implicar que ya no tenemos más ganas de dormir.
Cuidá tu cuerpo. Cuando me preocupo por tu salud, deseo también conseguir que vos lo hagas. Un cuerpo sano, es un buen motor para conseguir todo lo que queramos.
Tratá de emprender tu vida con dignidad y que todo lo que intentes sea digno. Habrá muchas cosas que nunca podrás concretar, pero si estás convencido, luchá por conseguirlas. Siempre es mejor intentarlo que quedarse de brazos cruzados.
No trates de andar por el camino más fácil; generalmente no da buenos resultados. “La vida” es un camino en sí mismo y hay que transitarlo despacio y con cuidado.
No vivas pensando en tus “ideales”. Los ideales no existen. Cuando puedas bajar a la tierra, pensá por un momento en tus ganas de hacer cosas, pero cosas que se puedan hacer realidad.
Sé buena persona. Aunque la idea es muy amplia, no es tan difícil como parece. El mundo está lleno de maldad, y más de una vez querrás tirar por la borda todas tus buenas intenciones. Pero por suerte, quienes tenemos incorporados los valores a nuestra vida, rara vez los abandonemos. Los valores “son” parte de nuestra vida y nos permiten mirar a los demás a los ojos y dormir con la conciencia tranquila.
No discrimines. Quienes discriminan, son sólo ignorantes y finalmente terminan siendo discriminados. No te burles del diferente. Seguramente, encontrarás en él virtudes y aptitudes que vos no tengas. No haga a los demás, aquellas cosas que no te gustaría que te hicieran.
No seas necio. Cuando reclames por tus derechos, cerciorate siempre primero de tener la razón en lo que vas a reclamar. Si es así, no te sientas vencido y luchá hasta las últimas consecuencias.
Sé tolerante. Cuando no coincidas con la opinión de los otros, no veas en el prójimo a un enemigo. Aceptá oír todas las propuestas; pues lo importante no es que todos piensen igual que vos, sino que cada uno tenga libertad para expresar lo que piensa. Al fin y al cabo, somos individuos únicos y eso nos enriquece.
Estudiá, más allá de pensar en tu futuro. Nunca dejes de hacerlo. Estudiar también enriquece y te permitirá abrir tu mente para ver las cosas con otro criterio.
Aprendé a exteriorizar todo lo que te ocurra. Es una de las mejores recetas para ser feliz. No sólo es importante sentir, también lo es demostrar.
No seas egoísta. Aprendé a compartir. Pero antes de hacerlo, poné a prueba tu inteligencia y mirá bien quiénes te rodean.
Sé siempre optimista. Aunque las cosas se te compliquen, tratá de pensar que mañana saldrá todo mejor. El pesimista nunca encuentra la forma de salir de un problema, mientras que los optimistas casi siempre consiguen abrir las puertas que se les cierran.
Recordá siempre, que uno empieza a envejecer cuando deja de tener proyectos. El paso del tiempo no se puede frenar, pero envejecerás más rápido sin el estímulo de saber que siempre hay algo nuevo para resolver. Despertarse por la mañana, no siempre significa “vivir”, puede también implicar que ya no tenemos más ganas de dormir.
Cuidá tu cuerpo. Cuando me preocupo por tu salud, deseo también conseguir que vos lo hagas. Un cuerpo sano, es un buen motor para conseguir todo lo que queramos.
Quiero que conozcas un párrafo de una carta que una mamá escribió alguna vez para su hijita de un año. El libro se llama “Cuentos para Verónica” y su autora, Poldy Bird.
Las últimas palabras dicen así:
“Y, al fin, no quiero engañarte, decirte que te dejo en un mundo de rosas, ruiseñores y todas cosas bellas... Pero tú puedes hacer que tu corazón las invente y cuando lo lastime una espina, sepa que detrás de la espina está el maravilloso milagro de una flor”.
Leé esta carta siempre que puedas, siempre que tengas ganas, cuando estés triste y cuando te sientas feliz.
Acercate a mí siempre que me necesites. No tengas miedo de contarme tus cosas, de preguntarme, de saber. Nunca te quedes con dudas. Yo voy a darte todo lo que esté a mi alcance y más también.
Nunca dejes de recordar, que este largo camino lo transitaremos juntos, de la mano, como te dije antes. Seguramente, cuando vos me des la señal, podré soltarte, pues estarás preparado para enfrentar la aventura de vivir como un verdadero protagonista y no como espectador.
Acercate a mí siempre que me necesites. No tengas miedo de contarme tus cosas, de preguntarme, de saber. Nunca te quedes con dudas. Yo voy a darte todo lo que esté a mi alcance y más también.
Nunca dejes de recordar, que este largo camino lo transitaremos juntos, de la mano, como te dije antes. Seguramente, cuando vos me des la señal, podré soltarte, pues estarás preparado para enfrentar la aventura de vivir como un verdadero protagonista y no como espectador.
Y por último, nunca pierdas tu pureza ni tu hermosa sonrisa, pero más que eso, nunca, pero nunca te olvides de ser feliz.
Te amo.
Mamá
Te amo.
Mamá
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