Era una escuelita muy pequeña y humilde. Todavía siento el olor del mate cocido con galletitas de agua que esperábamos ansiosamente en cada desayuno. Durante los recreos jugábamos en el patio de atrás, siempre cálido por el sol matinal que asomaba tímidamente. Ahí mismo María Teresa, mi maestra de primer grado, nos observaba sin perdernos jamás de vista.
Frente al colegio, sobre la calle Martínez Rosas, había una cita obligada que nos detenía cada mañana en busca de un paquete de cuatro galletitas Manón o Lincoln.
Todos vivíamos en el barrio. Por las tardes nos reuníamos en las calles y andábamos en bicicleta porque allí los chicos podíamos manejarnos solos sin ningún temor.
En esa época y en esas cuadras, habitar un edificio de siete pisos era casi una extravagancia, pero a la familia nos gustaba porque convertíamos la terraza en una organizada platea que nos proporcionaba la mejor vista para observar los partidos de fútbol que se ofrecían en la cancha del club Atlanta.
La calle Humboldt era doble mano, con sus típicas casas bajas y comercios de barrio.
El segundo piso a la calle tenía un enorme balcón inundado de flores que los viejos malvones suelen regalar.
Si alguno de Ustedes pasó por allí alguna vez, seguramente habrá reparado en la hamaca de madera color celeste que me entretuvo durante 12 años y que tantas veces me llevé por delante tratando de evitarla sin demasiado éxito mientras patinaba por entre las macetas.
Desde hace 30 años vivo algo alejada del barrio donde crecí. Villa Crespo me provoca cierta nostalgia, por eso hace unos pocos meses decidí recorrer el barrio de mi niñez.
La escuela sigue allí, con su bandera flameando como el primer día. En cambio la cuadra donde vivía, está algo cambiada. El 381 de Humboldt sigue siendo el único edificio alto frente a la cancha pero se han construido algunas torres cercanas. El balcón del segundo piso ya no tiene mi vieja y adorada hamaca. En su lugar cuelga un cartel de inmobiliaria.
Sí, el hogar que me cobijó durante los primeros doce años de mi vida, se encuentra en venta. ¡Cuánto daría por entrar en aquella casa que me vio crecer!
El almacén de Don Antonio está cerrado. El edificio donde vivía Daniel tiene una puerta de rejas que protege la entrada original. La calle, hoy de mano única está vacía. Ya no hay niños jugando ni paseando en bicicleta...
Pasaron 30 años. La escenografía es casi la misma pero en un mundo distinto.
Mis amigos de la infancia ya no están allí. Mis vecinos tampoco. El balcón está vacío, ni siquiera conserva los malvones repletos de coloridas flores.
Mi barrio, mi querido barrio donde tanto disfruté, es hoy solamente un recuerdo.
18 comentarios:
Un reuerdo que siempre es hermoso evocar...
El mío cambio muchisimo!!!
Pero la señorial escuela sigue siendo la misma!!!!
Cariños
Intento no hacer eso.
Cada vez que vuelvo a mi barrio y veo que ya no queda nada me da mucha pena.
Besos.
capri, c'est fini, dice la canción, no volveremos al lugar en que fuimos felices, no será ya lo mismo
Que lindo que lo compartas , ese barrio , los compañeritos , esa escuela y el balcon con sus malbones vuelven a nacer con tus recuerdos ...un abrazo inmenso !!!
En esa época todos nuestros barrios de Buenos Aires eran muy parecidos. Al menos en que estaban siempre colmados de chicos jugando y escapando a la siesta.
Yo no dejo de visitar seguido el mío, por lo que los cambios los vamos asimilando mejor, pero en la memoria ese barrio es otro.
Muy bella tu entrada.
Besos
Qué nostalgia, Fabi...
Al menos quedan en tu recuerdo esos malvones coloridos.
Las cosas cambian, nosotros también.
Para mejor o peor? es distinto solamente...
Un beso!
Lo que es cierto que los recuerdos quedan guardados dentro nuestro, aunque ya los lugares no sean los mismos.
Si, da nostalgia.
Besos Fabi.
El mate cocido, guau todavía puedo oler ese recuerdo.
Uno tienede a idealizar los lugares en que fue feliz...quizás no fueran tan perfectos...quizás lo perfecto es que éramos felices...no?
La verdad que me diste ganas de volver a mis barrios de la infancia...
Si, tengo varios, ¿no te conté que mi padre era - por suerte, ya no! - nómade? Creo que me he mudado tantas veces que digo que soy patagónica porque es el lugar donde permanezco desde hace 28 años....
Hasta los 12 me mudé como 5 veces! =(
Pero creo que volvería a Las Heras, Mendoza, es el barrio que recuerdo con más cariño....
Un besote!!!
Abuela Ciber: Generalmente las escuelas siguen en pie, intactas. Ahí están para traernos recuerdos.
Besos Abu.
Toro Salvaje: En esas cosas notamos cuántos años han pasado. Pero a mí me gustó el regreso.
¡Feliz cumple, Torito!
Amor y libertad: ¡No! Ya no es lo mismo. Pero me han quedado las imágenes de mi niñez grabadas en mis retinas y esa vuelta me refrescó la memoria.
Un abrazo.
Normis: Hacía más de 20 años que no recorría esas cuadras. Y parece que mi paseo les trajo recuerdos a Ustedes. ¡Qué bueno! Siempre es bueno recordar.
Besos.
Gamar: ¡Esos eran barrios! Ahora no hay gente y nadie se conoce. Me hubiera gustado ver crecer a mi hijo jugando en la calle sin peligro. Y eso que mi barrio no era de lo mejor...
Saludos.
Marce: Todo cambió demasiado. Es cuestión de costumbre y todas las generaciones critican las diferencias entre épocas.
No se si esta es peor. Pero añoro la mía.
Un besote.
Cecy: Ayer te leí mencionando el barrio de tu niñez...¡Y no me copié! Este post estaba ya programado para hoy. Y el mate cocido resulta todo un símbolo escolar de nuestra época.
Besos.
Gla: No lo había pensado, pero creo que tenés razón. Quizás esa libertad nos hacía felices. Talvez a los chicos de hoy eso no les sirva.
Me gustó ese jueguito de palabras. Muy cierto.
Un abrazote.
Ivana: ¡Guau! Cuánta mudanza...
Claro, así uno no termina de echar raíces en ninguna parte.
Mendoza es maravillosa. Pero el Sur también lo es. Y además uno aprende a querer lo que siente como propio. Cualquiera sea el lugar.
Besos y feliz viernes.
¡¡¡Que lindo es mantener frescos los bellos recuerdos en nuestra memoria!!!
Lo imposible es que la realidad siga siendo la misma con el paso del tiempo...
¡¡Pues ni siquiera nosotros podemos ser los mismos con el correr de los años!!!... imagine ¡¡¡mucho menos los barrios!!!
Abrazos!!!
FABI
YO ACTUALMENTE VIVO EN MI QUERIDO BARRIO A LA VUELTA DE MI CASA DE LA INFANCIA DONDE VIVE MI HERMANA , CUANDO ME CASE ME FUI Y AL AÑO COMPRAMOS UNA CASA EN MI BARRIO PORQUE LO EXTRAÑABA MUCHO,IMAGINATE 40 AÑOS EN EL MISMO LUGAR ,LA MISMA GENTE NOS CONOCEMOS TODOS,EL REGALO MAS LINDO QUE ME HIZO MI MARIDO FUE COMPRARME UNA CASA EN MI BARRIO, YA QUE EL QUERIA QUEDARSE DONDE ESTABAMOS PERO SABIA QUE YO NO ME SENTIA CONTENTA.
BESITOS FABI Y FELIZ DIA DEL AMIGO¡¡¡¡¡¡¡¡¡PARA EL LUNES
Nuestro mundo de infancia se ve más pequeño y sin magia, cuando se ve con ojos de adulto. Pero si lo ves con aquellos ojos de niña y lo describes a través del recuerdo puedes recobrarlo. Nunca se irá de tu memoria ni tus escritos. Gracias por compartirlo.
Un abrazo y feliz día, amiga.
Cando: Son recuerdos imborrables.
Pero es cierto, tampoco nosotros somos los mismos.
Son recuerdos.
Besos.
Silvia: Imagino tu felicidad. Y reconozco que tenés un compañero de oro. Me alegro por vos.
Conservar parte de la infancia es impagable.
Abrazos.
Siluz: Esas imágenes quedaron grabadas para siempre.
Mi Mamá siempre me dice que la casa que yo describo con tanto cariño, para ella no significa nada. Ella recuerda su casa de la niñez y adolescencia.
Es así, no podemos borrar lo que resulta importante.
Felicidades y besos.
FABY, me encantó tu descripción de la casa donde crecimos. Me queda una duda: los patines que usabas eran tuyos o míos?
Te quiero hermana y te extraño.
Gaby
Gaby: Eran los tuyos, yo no tenía patines. Tenía bici.
Y los raspones en las botas no eran otra cosa que los golpes contra las macetas.
Alguna vez te lo tenía que decir.
Besotes para todos.
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